El entrenamiento invisible de quien emprende

La disciplina es uno de los pilares de la vida profesional. Hagas lo que hagas. Sin ella, el talento tiende a apagarse. O peor: nunca se enciende del todo. Si esta mentalidad de trabajar en los buenos hábitos es tan importante, ¿por qué nos cuesta tanto? Y sobre todo, ¿qué ganamos realmente? De esas preguntas nace este artículo. 

Qué nos aleja de la disciplina

Existen al menos dos barreras que nos alejan hacernos de buenos hábitos desde la disciplina. El primero: nuestra propia mente, que suele proponernos vivir con muy poco. No es algo que hagamos a propósito. Es parte de nuestro pasado común. 

Una investigación de especialistas suizos en neurología de 2018 encontró que el cerebro humano está atraído de forma innata a comportamientos sedentarios. Principalmente, porque quiere conservar la energía para situaciones críticas, algo que fue esencial para la supervivencia de la especie hace miles de años cuando eran cazadores y recolectores. 

Si bien la vida hoy es otra, esta puede ser una explicación desde la biología.

La segunda barrera en volverse una persona más disciplinada está relacionada con cómo vivimos. Y sobre todo, con quienes vivimos. Lograr disciplina y buenos hábitos no es solo poder acceder a un buen alimento, tener tiempo para el ejercicio o las condiciones para un buen descanso, sino también estar en compañía de las personas que nos impulsen hacia adelante

Superar estas barreras significa saber que lucharemos contra nuestra propia cabeza, que nos va a decir que no hace falta el esfuerzo, y muchas veces con un entorno sin la energía positiva que necesitamos. 

Repetir, sorprenderse y seguir adelante

Convertirse en una persona disciplinada y con buenos hábitos no es fácil porque necesita de algo que en otros ámbitos de la vida es sinónimo de aburrimiento: la repetición. Es similar a un ejercicio de control de pelota o de coordinación de movimientos en la cancha. El compromiso y concentración, aun cuando parezcan sin sentido, llevan adentro el sentido de educarnos en mejorar

De nuevo, no importa la actividad o trabajo que hagas. Algo se mantiene: los entrenamientos invisibles empiezan a cambiarnos y seguro podés descubrís algo que quizás no creías que era posible en vos. 

Pero también puede ser difícil porque solemos tener resistencia a los cambios, ya que a niveles más profundos se pone en juego nuestra identidad o nuestra pertenencia con algún grupo.

Cuando hablo de entrenamientos invisibles lo hago en más de un sentido. Invisible porque también están atravesados por el tiempo, por la madurez. Es más difícil ver el impacto de la disciplina cuando tenés 15 o 20 años, que cuando sos más grande, donde incluso ya tenés más práctica en mirar hacia atrás en tu vida desde una visión más compleja.

Emprender con la confianza necesaria

Cuando llegué al futbol europeo ya tenía buenos hábitos y una disciplina sólida para los estándares de Argentina, pero había pasado de nivel y eso significaba que para rendir tenía que ajustarlos: mejorar la alimentación, el cuidado, hacer análisis médicos específicos de qué me potenciaban y qué no. Entonces, se volvió más claro un aprendizaje que está desde chico: no podemos hacer en soledad.

Entender el trabajo en equipo —la relación entre lo individual y lo colectivo— es clave para cualquier emprendimiento. 

Porque lograr los objetivos depende de relacionarse con profesionales en distintas áreas. Especialistas en economía para llevar adelante lo financiero o en normativas y leyes, por ejemplo. Piensen en su actividad y seguro van a ver cómo la persona profesional, que tuvo su camino de disciplina y buenos hábitos particular, marca la diferencia.

Abrazar la disciplina, sumar confianza

El mayor beneficio de abrazar la disciplina y los buenos hábitos es que nos dan la confianza que necesitamos para hacer lo que queremos. Es una huella fundamental para enfrentar los desafíos, algo vital en los emprendimientos. Es lo que nos convierte en profesionales.  

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